Tengo una amiga que casi se muere. Casi cae en la trampa del desamor, de ese fondo infinito del que creía que nunca saldría. Casi se apaga porque en sus ojos sólo quedaban lágrimas de reserva. Sus nudillos, aún enrojecidos, miran de reojo a todos los chicos. Su nariz, chata por la presión de la almohada de cada día, parece que se vuelve a incorporar. Sus oídos tienen
Ahora es otra. Ya no confía en su sombra, aunque se deje llevar por las del resto. Ya descambió su mirada triste por un cheque de ojos brillantes y sonrisa ladeada. Ahora escucha el mar con sus 6 sentidos. Lo idolatra, lo siente. Ya no piensa en lo que pasará, ni en lo que pasó, sino en lo que está pasando. Es mejor con sus mejores, y no peor con sus peores. Ahora perdona y olvida; se hace la fuerte y mira al cielo para ver si encuentra alguno de sus suspiros derrochados. Tiene pena de él. No pena por no tenerle, sino por faltarle. Pena por saber afrontar las cosas mejor de lo que él querría afrontar. Ahora es otra. Pero es mejor.
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