Siempre he dicho que no soy la más indicada para dar consejos de amor...
Hacía meses que no miraba al cielo y anoche me di cuenta del por qué. Vivimos en una neblina de luces que no nos permite ver lo maravilloso que hay sobre nosotros. No estoy pensando en viajes espirituales ni nada de eso, sino en el simple hecho de elevar la cabeza y ver la inmensidad que se nos viene encima. Esa inmensidad tan preciosa como el mar. Pues bien, tanto el mar en calma como un cielo puro es lo más parecido a la serenidad que vas a encontrar a tu alrededor. Ni una sesión de Spa ni un masaje relajante puede alcanzar lo que ellos alcanzan. Así que bien, al igual que deberíamos buscar el punto más alto de la ciudad, a oscuras, para ver la esencia de nuestro cielo, también deberíamos hacer lo mismo con nosotros mismos. Buscar lo puro, apartando de nuestras vidas por un momento todas las influencias, y convertirnos en un Yo Neto. Así he llamado a aquello que nos hace pensar en nosotros, en lo que tenemos y en lo que queremos ser. He escuchado muchas veces esta pregunta y nunca me la he hecho yo a mí misma. No he sabido quitar la "contaminación lumínica" de mi vida. ¡Cuidado! No quiero decir con ésto que una persona cercana sea contaminación en sí. De hecho, toda esta reflexión ha venido vista desde otro ángulo: la pareja.
Como bien había dicho, la cosa no va de consejos de amor. Pero esta mañana me he despertado pensando en la cantidad tan grande de esta "contaminación lumínica" que sufren las parejas. El qué dirán, el qué dicen ya, la madre de él, la de ella, los amigos, las amigas, el trabajo, los estudios... Y todo se convierte en una bola en la que no disfrutamos del Amor Neto. Así, tal cual Dios lo trajo al mundo. Sin opiniones. Sin consejos. Solos ÉL y ELLA. En la cima de la ciudad mirando al cielo o con los pies inundados en arena buscando lo infinito, qué importa. Oxígeno al corazón.